En el jardín, un arte sutil,

la poda empieza, calmada y gentil.

Con tijeras firmes, el pulso atento,

cortamos ramas, moldeamos como el viento.

 

No es solo cortar, ni mutilar,

es dar nueva vida, es renovar.

Un brote enfermo, una rama perdida,

se suelta al suelo y regenera la vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El árbol susurra: «Cuida de mí,

mi forma depende de lo que ves aquí.

Corta con juicio, corta con amor,

y daré frutos, sombra y color.»

 

El rosal espinoso, altivo y erguido,

florecerá más bello si es bien atendido.

El seto rebelde, sin orden ni guía,

agradece la poda con nueva armonía.

 

Así en la vida, también hay que hacer:

podar lo que pesa, dejarlo caer.

Solo lo sano, lo fuerte, lo puro

es lo que crece y perdura seguro.

 

Aprended, alumnos, este noble arte,

de la poda sabia que cuida y comparte.

En cada corte, un gesto de amor,

¡sed jardineros del mundo mejor!